Crisis y transformación del sistema de partidos en España. Una aproximación generacional (2011-2018)

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    Javier IMÍZCOZ

    Universidad del País Vasco/Université Bordeaux Montaigne, AMERIBER

     

     

     

    Crisis and transformation of the party system in Spain. A generational approach (2011-2018)

    ABSTRACT: This work addresses the crisis and the transformation of the party system in Spain during the second decade of the 21th century from a generational perspective. It will be devoted to the study of the evolution of the electoral participation of the Spanish youth during the political crisis of the country, understanding by «youth» to those members of the generation born during the Governments by Felipe González (1982-1996). Closely linked to this monitoring, we will analyze the way in which the transformation of the electoral habits of this generation in relation to the previous ones, marked by its majority commitment to regeneration options, had an impact on the acceleration of the generational renewal of the Spanish political class. currently one of the youngest in Europe.

    Keywords: Political crisis in Spain, youth, generational renewal, regeneration, political elites.

     

     

     

    Crise et transformation du système de partis en Espagne. Une approche générationnelle (2011-2018)

    RÉSUMÉ : Ce travail aborde la crise et la transformation du système des partis en Espagne au cours de la deuxième décennie du 21e siècle dans une perspective générationnelle. Il sera consacré à l'étude de l'évolution de la participation électorale de la jeunesse espagnole pendant la crise politique du pays, en comprenant par «jeunesse» les membres de la génération néé pendant les gouvernements de Felipe González (1982-1996). Étroitement lié à ce suivi, nous analyserons la manière dont la transformation des habitudes électorales de cette génération par rapport aux précédentes, marquée par son engagement majoritaire en faveur des options de régénération, a eu un impact sur l'accélération du renouvellement générationnel de la classe politique espagnole, actuellement l'une des plus jeunes d'Europe.

    Mots-clés : Crise politique en Espagne, jeunesse, renouvellement générationnel, régénération, élites politiques.

     

     

    Crisis y transformación del sistema de partidos en España. Una aproximación generacional (2011-2018)

    RESUMEN: Este trabajo aborda la crisis y la transformación del sistema de partidos en España durante la segunda década del siglo XXI desde una perspectiva generacional. Se consagrará al estudio de la evolución de la participación electoral de la juventud española durante la crisis política del país, entendiendo por «juventud» a aquellos integrantes de la generación nacida durante los Gobiernos de Felipe González (1982-1996). Estrechamente ligado a este seguimiento, analizaremos la forma en que la transformación de los hábitos electorales de esta generación en relación con las de los anteriores, marcada por su apuesta mayoritaria por opciones de regeneración, repercutió en el aceleramiento de la renovación generacional de la clase política española, actualmente una de las más jóvenes de Europa.

    Palabras clave: Crisis política en España, juventud, renovación generacional, regeneración, élites políticas.

    Crisis y transformación del sistema de partidos en España. Una aproximación generacional (2011-2018)

     

    Javier IMÍZCOZ[1]

    Universidad del País Vasco/Université Bordeaux Montaigne, AMERIBER

     

     

    En torno al concepto de generación

    El concepto de «generación» ha sido uno de los más empleados a la hora de analizar esa relación indisoluble entre el tiempo y la sociedad que llamamos Historia y, particularmente, los «efectos de la edad» en los procesos de cambio social (Longa 2017, Tiberj 2003, Boumaza 2009). Su empleo, sin embargo, remite a realidades dispares que lo han convertido, con cierta frecuencia, en fuente de confusión. Evitando caer en ella, distinguimos tres nociones de generación que podríamos calificar como «principales»: una genealógica, limitada al ámbito reproductivo y familiar, caso en que hablaríamos de «generaciones familiares»; una demográfica, ligada estrechamente al nacimiento, en el que hablaríamos de «generaciones de edad», y, por último, una sociológica, en la que el concepto quedaría ligado a la existencia de una identidad particular compartida por una «generación de edad» determinada (Navarro 2010 : 211). Si las dos primeras pueden establecerse mediante criterios objetivables tales como la filiación (abuelos, padres, hijos y nietos) o los cohortes de edad, la dimensión sociológica presenta un desafío mucho mayor a la hora de ser definida a partir de criterios científicos, ya que, en última instancia, depende de la identificación de los propios actores como parte de la misma, esto es, de la existencia de una «conciencia generacional» compartida (Andrews 2002 : 75-76).

    Esta dimensión, además, se vuelve política en el momento en que dicha identidad compartida por un determinado grupo de edad deriva de la experiencia común de un acontecimiento político mayor. La experiencia intensamente vivida de este acontecimiento o de todo un proceso político por parte de los miembros de un cohorte determinado de edad ha llevado a plantear la existencia de «generaciones políticas» en tanto que actores colectivos. Éstas, según los sociólogos Daniel Bertaux, Danièle Linhart y Beatrix Le Wita (1988 : 75), se formarían cuando:

    Un proceso colectivo de gran amplitud atraviesa y transforma toda la sociedad. Si todas las clases de edad se ven afectadas, aquella que se encuentra saliendo de la adolescencia y en estado (…) de aprendizaje de la vida social y de maleabilidad ideológica vive este proceso como iniciación y queda marcada de por vida.

    Se ha hablado así, entre otras, de las «generaciones de fuego» en Francia, configuradas al calor de las experiencias bélicas de las dos guerras mundiales –a las que se suele añadir la Guerra de Argelia–; de la «generación del 68», integrada por aquellos jóvenes nacidos después de la Segunda Guerra Mundial que participaron en el movimiento estudiantil de mayo, e, incluso, se habla ya de la «generación de las dos crisis» en referencia a aquellos que habrían atravesado tanto la crisis económica de 2008 como la sanitaria en 2019 a lo largo de su juventud (Cabanes 2007, Preel 2000). Sin embargo, han sido numerosos los especialistas que han planteado serias objeciones a esta categoría. El historiador Raoul Girardet alertaba ya en 1983 de las consecuencias negativas de un empleo demasiado extenso del concepto, que podía llevar a identificar erróneamente a «un grupo particular de la comunidad nacional» con la comunidad en su conjunto. Jean-François Sirinelli (1989 : 74-75), por su parte, advertía a finales de la misma década sobre el riesgo de construir una «historia mítica de las generaciones», forzosamente reduccionista y simplificadora, e invitaba a repensar la categoría de manera plural y flexible. 

    Efectivamente, una excesiva mistificación de estas generaciones políticas puede acabar resultando deformadora, hurtándole a la Historia su necesaria dosis de complejidad. Así, por ejemplo, una visión idealizada de mayo del 68 como manifestación pura del espíritu juvenil en oposición a las «viejas estructuras sociales», podría conducirnos a pasar por alto que numerosos obreros no tan jóvenes fueron decisivos en las protestas o que, el día 30 de ese mismo mes, en las manifestaciones de apoyo a De Gaulle celebradas por todo el país los rostros juveniles se contaban por cientos de miles. En el caso español, encontramos revelador el contraste entre la indignación juvenil registrada durante el Movimiento de los indignados (15-M) con epicentro en Madrid y la mayoría absoluta obtenida apenas seis meses después por la derecha conservadora liderada por Mariano Rajoy, que llegó a superar en voto joven al partido socialista (PSOE), su rival directo[2]

    Habida cuenta de estos inconvenientes epistemológicos, este trabajo se alejará del marco analítico derivado de la categoría extensa de generación política[3]. En lugar de ello, adoptaremos otras aproximaciones al análisis de lo político desde la óptica de estudio generacional (Cartier y Spire 2011). Estudiaremos así, en primer plano, la evolución de la participación electoral de la juventud española durante la crisis política del país, definiendo «juventud» como aquella generación integrada por los nacidos durante la etapa gubernamental de Felipe González (1982-1996). Estrechamente ligado a este seguimiento, analizaremos la forma en que la transformación de los hábitos electorales de esta generación en relación con los de las anteriores, marcada por su apuesta mayoritaria por opciones de regeneración identificadas con nuevas formas de hacer política, repercutió en el aceleramiento de la renovación generacional de la clase política española. Para abordar dicha renovación, distinguiremos entre tres generaciones de políticos: la de los nacidos en los años 40 y 50, políticamente activos durante la Transición y al frente del país desde la victoria socialista en 1982; la que denominaremos «generación intermedia», integrada por los nacidos en los años 60, que alcanzaron la madurez durante el felipismo y, por último, la generación de los nacidos durante el tardofranquismo y la Transición (1970-1982), que no conocieron el Régimen de Franco y que despertaron políticamente en los años 90 y a comienzos del nuevo milenio, los cuales dirigen el país en la actualidad. 

     

    Una nueva generación como exponente de la regeneración en el contexto de la crisis política en España (2011-2018)

    Mayo de 2011, tres años después del inicio de la crisis económica España superaba los 4.2 millones de parados (más del 20% de la población activa) y el número de jóvenes sin empleo rondaba ya el 50%[4]. El PSOE en el Gobierno, partido históricamente más respaldado por jóvenes y trabajadores, aplicaba en 2010 un brusco recorte en el gasto público y aprobaba una reforma laboral que le costaría una huelga general en septiembre de ese mismo año en la que se denunció el aumento de la temporalidad y el abaratamiento del despido fruto de la nueva norma. La aplicación de estas políticas de austeridad por parte de la izquierda gobernante llevó a muchos ciudadanos a pensar que los dos principales partidos del país, PP y PSOE, pilares del sistema bipartidista, no eran tan distintos. Esta percepción quedó plasmada en eslóganes populares como «PSOE, PP, la misma mierda es» o en la fusión de las siglas de ambas formaciones: PPSOE. El manifiesto lanzado por la plataforma Democracia Real Ya, una de las organizaciones centrales en la génesis del Movimiento de los indignados, recogía de manera elocuente esta visión que identificaba al PP y al PSOE como miembros de un único bloque de poder situado de espaldas a la ciudadanía:

    En este país la mayor parte de la clase política ni siquiera nos escucha. Sus funciones deberían ser la de llevar nuestra voz a las instituciones, facilitando la participación política ciudadana mediante cauces directos y procurando el mayor beneficio para el grueso de la sociedad, no la de enriquecerse y medrar a nuestra costa, atendiendo tan sólo a los dictados de los grandes poderes económicos y aferrándose al poder a través de una dictadura partitocrática encabezada por las inamovibles siglas del PPSOE.[5]

    Este fragmento contiene algunos de los principales ingredientes que marcaron la eclosión del 15-M, movimiento de indignación popular que apuntó al capitalismo neoliberal como principal culpable de la crisis económica y social del país y a las élites políticas del mismo como sus cómplices. Como resultado, el «no nos representan» se convirtió en una de las consignas más simbólicas del movimiento. Pero la percepción de esta «no representación» de la clase política, expresada también a través de eslóganes como «Nuestros sueños no caben en sus urnas», no sólo derivó de unas políticas económicas percibidas como contrarias al interés de la mayoría social, sino que también poseyó un marcado componente generacional (Pérez-Agote 2017). 

    La participación juvenil en el Movimiento de los indignados, aunque muy difícil de cuantificar con exactitud, fue numerosa, hecho sorprendente habida cuenta de la desafección política mostrada hasta entonces por la generación de los nacidos durante los Gobiernos de Felipe González (1982-1996). El Observatorio de la Juventud en España nos ofrece datos valiosos para analizar el fenómeno. Si en 2005 el 36% de los jóvenes entre 15 y 29 años afirmaba no tener ningún interés por la política, en 2011, coincidiendo con el 15-M, esta cifra caía al 29%, llegando a un 23% en 2017. En sentido contrario, aquellos que declaraban interesarse mucho o bastante por ella pasaron del 24% al 31% entre 2005 y 2011, alcanzando un 37% en 2017[6]. Observamos así cómo, en poco más de una década, las cifras se invirtieron evidenciando la repolitización de la juventud española. 

    De este modo, una generación percibida hasta entonces como individualista e indiferente hizo su entrada en la vida política del país motivada por las consecuencias de la crisis (Luz Morán y Benedicto 2016 : 13). Esto no significa que todos lo hicieran, ni que lo hicieran de la misma manera, pero en el marco del 15-M aquellos nacidos después de la Transición encontraron la oportunidad, por vez primera, de convertirse en agentes políticos con capacidad para impulsar el cambio social. Un breve repaso a la génesis del movimiento basta para dar cuenta de ello. A finales de 2010 se creaba en Facebook la página «Yo soy un joven español que quiere luchar por su Futuro» que pronto se transformaría en blog (www.juventudenaccion.info). Desde éste, se forjarían vínculos con otras organizaciones para concertar diversas acciones de protesta. El blog «Manifiesto Juventud», por su parte, llamaba a los jóvenes del país a la movilización a través del manifiesto «Mayo del 68 en España», publicado a comienzos de 2011[7]. En marzo del mismo año, tenía lugar una huelga general estudiantil en respuesta a los recortes en educación, al llamado plan Bolonia y al aumento de las tasas universitarias[8]. En abril, por último, la plataforma Juventud Sin Futuro organizaba en Madrid una manifestación contra el «bipartito PPSOE» y su gestión de la crisis[9]

    ¿Qué cauces políticos encontraría esta «juventud indignada» en las elecciones convocadas anticipadamente por José Luís Rodríguez Zapatero el 20 de noviembre de 2011? A pesar de la variada oferta electoral, un elemento llama la atención: la edad de los candidatos. Sorprende comprobar así que Mariano Rajoy, quien obtendría la mayoría absoluta como líder de la derecha conservadora, a sus 56 años era el candidato más joven de los cuatro principales partidos, superado por Alfredo Pérez Rubalcaba (60), candidato del PSOE; Cayo Lara (59), de Izquierda Unida, y Rosa Díez (59), de Unión Progreso y Democracia. Los datos de participación juvenil en dichos comicios resultan reveladores. El apoyo a uno de los dos grandes partidos por parte de los menores de 30 años se desplomó del 80% alcanzado en 2008 a un 53%, disparándose en paralelo la abstención del 25.8% al 35% (Francés y Santacreu 2014 : 113). Este fuerte incremento de la abstención juvenil repercutió decisivamente en el aumento de la abstención global, que se situó en un 31%, una de las cifras más altas en la historia democrática española (Pallarés y Serra 2012 : 933). Otra consecuencia directa de la desmovilización de los jóvenes fue el aumento de la media de edad del electorado, situándose el del PP en 49.7 años, el del PSOE en 49.5 y el de IU en 42.8, casi dos puntos por encima de los 47.9, 47.6 y 40.9 años de sus respectivos votantes en 2008 (González y Caínzos 2012 : 175). 

    La creciente desafección juvenil con respecto a los partidos tradicionales y el aumento de imperativos regeneradores desde formas de acción política alternativas, como el ciberactivismo, las huelgas estudiantiles o las espectaculares manifestaciones de «Rodea el Congreso» en 2012, contribuyeron decisivamente a impulsar la renovación generacional de la clase política española. El ciclo de profundas transformaciones abierto por el Movimiento de los indignados, coincidente con los años de gobierno de Rajoy (2011-2018), estuvo protagonizado por el declive del sistema bipartidista inaugurado en 1982 tras la desintegración de la Unión de Centro Democrático y por la progresiva sustitución de la generación de políticos que había liderado el país tras la retirada de Fraga Iribarne y Santiago Carrillo de la primera línea política, encarnada por Felipe González (1942), José María Aznar (1953), Julio Anguita (1941) o por los candidatos de 2011 mencionados más arriba, todos ellos nacidos en las décadas de 1940 y 1950 y ya políticamente activos durante la Transición (1976-1982). 

     

    Ciudadanos y Podemos: los partidos emergentes como vanguardia de la nueva generación

    A la misma generación políticamente activa durante la Transición pertenecían también el escritor Félix de Azúa (1944), el actor Albert Boadella (1943), el periodista Arcadi Espada (1957) o el catedrático de derecho constitucional Francesc de Carreras (1943), los cuales, sin embargo, eligieron en 2006 a un joven abogado de 27 años llamado Albert Rivera (1979) como presidente de su nuevo partido, Ciudadanos. Esta decisión evidenció la voluntad de los fundadores de la formación de abrir paso a una nueva generación de políticos, vinculando además la renovación generacional a la regeneración democrática, bandera enarbolada por el partido hasta nuestros días. En su salto del ámbito catalán al nacional a partir de 2014, Ciudadanos se presentó como adalid de la «regeneración política y democrática», posicionándose como representante de la «nueva política» frente a la vieja y de la «transparencia» frente a la corrupción (Domínguez 2017 : 67-69). Las listas abiertas en los partidos, la limitación de los mandatos, la despolitización de la justicia o la reforma del sistema electoral fueron algunas de sus propuestas clave en este ámbito[10]

    A pesar de contar en puestos destacados con representantes de la que podríamos denominar «generación intermedia», aquella de los nacidos en los años 60, tales como José Manuel Villegas (1968), secretario general entre 2017 y 2020, o Luis Garicano (1967), responsable del área económica del partido, la formación destacó por situar en primera línea a integrantes de aquella que no conoció a Franco en vida: Inés Arrimadas (1981), Begoña Villacís (1977), Ignacio Aguado (1983) o Toni Roldán (1983) constituyen algunos buenos ejemplos. Tras las elecciones de 2015, la entrada en el Congreso de los cuarenta diputados del partido contribuyó al descenso de la media de edad de la Cámara, que cayó a los 47 años, teniendo los de Rivera una media de 45 sólo superada por la de los representantes de Podemos (40). Para diferenciarse de los «viejos partidos», el perfil juvenil de la formación se complementó con un vestuario de corte informal, marcado por la ausencia de corbata en los hombres y las prendas coloridas en las mujeres. Lejos de surgir espontáneamente, esta imagen correspondió a una línea marcada desde la dirección. Como declaraba un diputado del partido:

    Respecto a la ropa... es una sugerencia que te hacen, te dicen desde comunicación «no perdáis la frescura, porque vosotros no sois políticos profesionales, sois profesionales que en un momento determinado de su carrera estáis haciendo política». Justo lo contrario. A mí me sugieren que no me ponga corbata. (Domínguez 2017 : 72)

    Fundado en enero de 2014 con el objetivo de transformar el descontento social acumulado desde el inicio de la crisis en capital político de cara a las elecciones europeas de mayo de ese año, Podemos se caracterizó por contar con un elevado número de representantes de la nueva generación entre sus filas[11]. Pablo Iglesias (1978), Iñigo Errejón (1983), Miguel Urbán (1980), Luis Alegre (1977) o Teresa Rodríguez (1981), efectivamente, no conocieron el Régimen de Franco, su niñez coincidió con la etapa de Felipe González en el Gobierno y construyeron su identidad política en oposición a los Gobiernos de Aznar (1996-2004) desde posiciones cercanas a la Izquierda Unida de Julio Anguita, al que tendrán como uno de sus máximos referentes[12]. En 2011, su edad rondaba los 30 años y la mayoría combinaba el trabajo académico y educativo con el militantismo político de izquierdas. 

    Si en su primer año de vida la formación estructuraba fundamentalmente su discurso en torno al eje arriba/abajo, entendiendo ese «arriba» como sinónimo de oligarquía –el 1% o «la casta»– y el «abajo» como sinónimo de pueblo –el 99% o «la gente»–, y vinculaba esa oligarquía al bautizado como «Régimen del 78», que en nombre del acuerdo y de la estabilidad durante la Transición habría secuestrado la «auténtica democracia», de cara al ciclo electoral de 2015 observamos un cambio significativo: se acordó un creciente reconocimiento a las instituciones establecidas en 1978 y se apostó por su reforma y renovación a través de un proceso constituyente descartando planteamientos rupturistas (Franzé 2016). En esta nueva lógica reformista, el «arriba» se asoció con cada vez mayor fuerza a lo viejo y el «abajo» a lo nuevo, dando lugar a la dicotomía élite/viejo/corrupción frente a pueblo/nuevo/regeneración. Se estableció así una clara delimitación entre «vieja» y «nueva política», entre los llamados «partidos del régimen» o «del turno» –PP y PSOE–, caracterizados como inmovilistas, arrogantes y corruptos, y los nuevos partidos, próximos a la ciudadanía y adalides de la regeneración, que encarnarían la posibilidad de una segunda transición en el país (Domínguez 2017 : 65-66).

    La tendencia dibujada por todas las encuestas acabó finalmente materializándose en las elecciones de diciembre de 2015. En éstas, la suma de los votos de PP y PSOE apenas superó el 50% del total, cifra muy inferior al 80% alcanzado en los comicios de los años 2000, 2004 y 2008. El número de diputados de ambas formaciones pasó a ocupar un 60% de la Cámara, porcentaje muy alejado del 80-90% de la representación mantenida entre 1982 y 2011[13]. Sobre la participación juvenil, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) aportaba datos clarificadores. El 58% de los jóvenes entre 18 y 24 años aseguraba que no votaría nunca al PP, cifra que se disparaba al 64% entre aquellos de entre 25 y 34. Al contrario, Podemos obtenía sus mejores resultados en intención de voto en estas dos franjas de edad (16.5% y 19% respectivamente), mientras que se desplomaba al 2.2% en la de los mayores de 65 años, entre los que el PP superaba el 30%. El dirigente mejor valorado por la juventud era Albert Rivera (4.97), quien superaba en dos puntos al peor, Mariano Rajoy (2.95). También destacaba la media de edad de los cabezas de lista del PP, 51 años, contando con tan sólo cuatro por debajo de la cuarentena[14]. Además, en el plazo de su primera legislatura Rajoy había pasado de ser el candidato más joven al más mayor, quedando como el único de su generación y superando en 24 años a Albert Rivera y en 23 a Pablo Iglesias, líderes de los partidos emergentes, pero también en 17 años a Pedro Sánchez y en 30 a Alberto Garzón, candidatos del PSOE e Izquierda Unida respectivamente, formaciones que entre las elecciones de 2011 y las de 2015 se habían abierto a la celebración de procesos de primarias y habían impulsado una renovación generacional en sus directivas buscando adaptarse al nuevo ciclo político. 

     

    El relevo generacional en los partidos tradicionales

    Si la media de edad del votante socialista en 1982 era de 40.8 años, esta cifra ascendió a 49.5 en 2011, igualándose a la del PP, históricamente superior (González y Caínzos 2012 : 175). En paralelo, la edad de los candidatos de la formación también había aumentado. Si en 1982 Felipe González concurría a la presidencia con cuarenta años, en 2011 Rubalcaba lo hacía con veinte años más. El envejecimiento de la formación, tanto de su electorado como de sus cargos, resultaba evidente. Los sucesivos barómetros del CIS tras las elecciones de 2011 continuaron arrojando datos preocupantes en este sentido. Si en las elecciones de 2008 la intención de voto al partido entre los jóvenes de 18 a 24 años rozaba el 40%, de cara a las de 2011 ésta se desplomaba a menos del 20%, cifra que caía de nuevo en torno al 10%-12% coincidiendo con el nacimiento de Podemos en enero de 2014[15].

    Las elecciones europeas de mayo de 2014 marcaron un punto de inflexión en el rumbo del partido. En ellas, el voto socialista caía del 38% obtenido en las de 2009 al 23%, mientras que Podemos irrumpía con el 8% de los votos e Izquierda Unida superaba el 10%. Al día siguiente Rubalcaba anunciaba su dimisión y adelantaba los tiempos para elegir a un nuevo secretario general que, por primera vez en la historia del partido, saldría de un proceso de primarias abiertas a la militancia y no, como hasta entonces, del voto de un número limitado de delegados (Sanz 2015). Este cambio había sido aprobado en enero de 2014 por el Comité Federal del partido ante la insistencia de figuras emergentes como Carmen Chacón (1971), Eduardo Madina (1976) o Beatriz Talegón (1983), entre otras, así como de las juventudes de la formación[16].

    Las primarias abiertas a la militancia se celebraron finalmente en julio de 2014 enfrentando a tres candidatos: Pedro Sánchez (1972), economista con una breve experiencia como diputado, José Antonio Pérez Tapias (1955), representante del ala más izquierdista del partido, y Eduardo Madina, quien había ejercido como secretario general de la formación en el Congreso desde 2009 hasta entonces. La participación de 130.000 militantes en el proceso, la intensa presencia de los candidatos en los medios de comunicación y la celebración de un debate a tres ampliamente difundido en las redes sociales fueron algunos de los síntomas más claros de la renovación del partido[17]. Renovación, por tanto, en el funcionamiento de la organización, renovación generacional, pues entre Sánchez y Madina sumaron el 85% de los votos, y renovación en el discurso, pues tanto el uno como el otro se presentaron como abanderados de la regeneración democrática del partido y del país: más democracia, más transparencia, más rendición de cuentas y mayor protagonismo de las bases en una permanentemente invocada «política desde abajo»[18]. Con cerca del 50% de los votos, la victoria de Pedro Sánchez abrió la puerta a una renovación generacional parcial de la ejecutiva del partido con la entrada de varios miembros de esa generación nacida en el tardofranquismo y la Transición. Adriana Lastra (1979), Meritxell Batet (1973), César Luena (1980), Carmen Montón (1976) o María González Veracruz (1979) constituyen algunos buenos ejemplos[19]

    La renovación generacional acabó produciéndose también en Izquierda Unida. El descontento generado por la respuesta del Gobierno de Rajoy a la crisis permitió a la formación revertir el declive electoral iniciado a finales de los años noventa, pasando de dos a once diputados entre las elecciones de 2008 y las de 2011 y alcanzando el 10% de los sufragios en las europeas de 2014. Sin embargo, el crecimiento del partido en las urnas no fue acompañado por una disminución de la edad de sus votantes, que alcanzó su máximo histórico en 2011 (42.8 años), poniendo de relieve su dificultad para conectar con las nuevas generaciones (González y Caínzos 2012 : 175). De cara a los comicios de 2014, los sondeos apuntaban a un aumento del apoyo a la formación impulsado por el voto de los menores de 35 años –el 14.2% apostaría por ella– que finalmente resultó ser menor de lo esperado[20]. Los 1.2 millones de electores que se decantaron por Podemos, un 34% de los cuales situado en esa franja de edad, lastraron sus expectativas[21].

     Los resultados de las elecciones europeas, por tanto, dejaron una sensación agridulce en la formación. A pesar de triplicar sus apoyos con respecto a las celebradas en 2009 y de situarse como la tercera fuerza política del país, no pudo disimularse el sentimiento de haber desaprovechado una oportunidad histórica para desbancar al bipartidismo y de no haber conseguido canalizar eficazmente el descontento generado por la gestión gubernamental de la crisis, ni haber conectado plenamente con las aspiraciones y demandas de las nuevas generaciones. Además, el triunfalismo inicial de la organización y su imagen como fuerza regeneradora pronto quedarían lastrados por casos de corrupción y por el descubrimiento de comportamientos poco éticos. Willy Meyer (1952), histórico dirigente del partido y cabeza de lista a las europeas, dimitía de su cargo de eurodiputado en junio de 2014 al descubrirse su participación en un fondo de pensiones gestionado por una SICAV con sede en Luxemburgo[22]. En octubre del mismo año, el denominado «escándalo de las tarjetas black» saltaba a la opinión pública. Éste comprendía la utilización de más de quince millones de euros por parte de 83 consejeros de Caja Madrid, de los cuales veintiocho nombrados por iniciativa del PP, quince del PSOE, cuatro de Izquierda Unida y diez por los sindicatos UGT y Comisiones Obreras[23]. Este escándalo contribuyó a alimentar el descrédito de Izquierda Unida y a identificar a la organización en el imaginario colectivo con las tramas de corrupción y las prácticas de los partidos tradicionales, esto es, con la vieja política. 

    La irrupción de Podemos en las elecciones europeas y su posterior omnipresencia mediática se conjugaron con este descrédito para catapultar a la formación de Pablo Iglesias al primer puesto en intención de voto en noviembre de 2014 (28.3%) y para hundir a Izquierda Unida (4%)[24]. Fue entonces cuando se multiplicaron las voces internas llamando a la renovación de los órganos del partido y a la apertura a acuerdos electorales con la formación morada[25]. Como resultado, Cayo Lara renunciaba a presentarse como candidato a las elecciones generales de diciembre del año siguiente, aduciendo que no quería ser «un tapón» para la renovación del partido y convocaba primarias para elegir al nuevo candidato abiertas, por primera vez en su historia, no sólo a la militancia sino también a los simpatizantes que se inscribieran en el censo[26]. No obstante, Lara criticó a aquellos que demandaban renovación generacional sin atender suficientemente, a su juicio, a la renovación de ideas y proyectos, poniendo como ejemplo el relevo en la monarquía: «se ha cambiado de rey, ha asumido la Jefatura del Estado Felipe VI, de 46 años, y la Corona sigue siendo la misma». En esta línea, afirmaba que la dicotomía entre jóvenes y viejos era falsa y que el reto era saber conjugar «el conocimiento y la experiencia [de los mayores] y la pujanza y la rebeldía de la gente joven»[27].

    Alberto Garzón (1985), economista muy vinculado al 15-M y diputado más joven del Congreso entre 2011 y 2015, acabó siendo designado como cabeza de cartel de la formación para las elecciones de 2015. Desde Unidad Popular, la coalición electoral configurada en torno a Izquierda Unida para la ocasión, Garzón competiría con Podemos por la representación del Movimiento de los indignados y por las banderas de la regeneración democrática y de la lucha contra la corrupción. En una línea cada vez más convergente, ambas formaciones acabarían sellando su alianza en mayo de 2016 e integrándose en Unidos Podemos, coalición electoral con la que se buscó superar al PSOE en las elecciones de junio de ese mismo año.

    Por su parte, el Gobierno del Partido Popular iniciaba su andadura en 2011 con seis de sus doce ministros superando los sesenta años: José Manuel García-Margallo (1944), Pedro Morenés (1948), Cristóbal Montoro (1950), Jorge Fernández Díaz (1950), José Ignacio Wert (1950) y Miguel Arias Cañete (1950). A pesar de la edad de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría (1971) y de la ministra Fátima Báñez (1967), únicas figuras del gabinete por debajo de la cincuentena, el Gobierno conservador se convirtió en el más longevo de la historia democrática reciente del país con una media de 57 años. 

    Si el apoyo de los jóvenes de entre 18 y 24 años al PP creció incesantemente durante la segunda legislatura de Zapatero (2008-2011) hasta alcanzar el 30% a comienzos de 2012, éste comenzó a desplomarse a partir de entonces tocando fondo en enero de 2014 con un 3.6%, hecho que coincidió con la emergencia de los nuevos partidos y con la multiplicación de los casos de corrupción en la organización[28]. Los datos relativos al voto por edad arrojados por el CIS en enero de 2015 terminaron de activar las alarmas en el partido. El número de jóvenes de entre 18 y 24 años que declaraban tener la intención de votar al PP no alcanzaba el 5% y el de aquellos de entre 25 y 34 apenas llegaba al 6%, mientras que el apoyo entre los mayores de 65 se disparaba al 26.4%[29]. Las elecciones municipales y autonómicas celebradas en mayo de ese año confirmaron la tendencia a la baja del partido, que perdió importantes cuotas de poder territorial en favor de coaliciones de izquierda en regiones como Aragón, Comunidad Valenciana, Castilla La Mancha o Extremadura, así como en ciudades de la talla de Valencia, Sevilla o Madrid, feudo de la derecha desde inicios de los años noventa.

    Se hacía urgente renovar la imagen y el funcionamiento del partido. Así lo entendieron, sobre todo, las nuevas generaciones de la formación, quienes en junio de 2015 dirigieron un documento a la dirección popular pidiendo más regeneración y denunciando la desconexión del partido con «el sector más joven de la sociedad española»[30]. El documento reivindicaba una regeneración que fuese más allá de un simple cambio de caras en la cúpula de la organización y urgía a la aplicación de medidas contra la corrupción, a la apertura del partido a procesos de primarias –«un afiliado, un voto»–, a la limitación de mandatos o a la modificación de la Ley Electoral para garantizar que gobernasen las listas más votadas. Las nuevas generaciones solicitaban, además, tener mayor peso en el seno del partido y reclamaban, para ello, que se escuchase «permanentemente la voz de los jóvenes y tener una mayor presencia (…) en los medios de comunicación y redes sociales como representantes del Partido Popular»[31].

    En este contexto, la cúpula del partido llevó a cabo un número limitado de cambios en su organigrama poniendo en primera línea mediática a rostros jóvenes como el de Pablo Casado (1981), nombrado vicesecretario de comunicación; Andrea Levy (1984), vicesecretaria de Estudios y Programas, o Javier Maroto (1972), vicesecretario sectorial, buscando de esta manera conferir una imagen más juvenil a la organización[32]. Las crecientes demandas de regeneración, incluidas aquellas provenientes de las juventudes, fueron tratadas en la Conferencia Política organizada a comienzos de julio de 2015, que contó con un foro específicamente dedicado a ello: La España que queremos. Reformas de una nueva generación[33]. En él, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría habló de las necesarias reformas constitucionales a emprender, el presidente del PP andaluz, Juanma Moreno Bonilla, consagró su intervención a las nuevas formas de participación en los partidos políticos, el diputado José Antonio Bermúdez abordó la reforma de la Ley Electoral y Beatriz Jurado, presidenta de las nuevas generaciones del partido entre 2011 y 2017, se encargó de exponer las peticiones y demandas de los jóvenes de la formación[34].

    No obstante, la mayoría de las propuestas quedarían en una simple declaración de intenciones y la batería de medidas impulsadas por el Gobierno en materia de regeneración, como la Ley de Transparencia, Acceso a la Información y Buen Gobierno de 2013 o la prohibición de cobrar dos sueldos públicos en paralelo, serían consideradas insuficientes por los partidos de la oposición y poco creíbles por un buen número de ciudadanos que veían acumularse los casos de corrupción en el seno del partido más votado del país[35]. El incesante descubrimiento de nuevos casos, de hecho, fue el principal obstáculo en las negociaciones entre Mariano Rajoy y Albert Rivera tras las elecciones de 2015 y, precisamente, la lucha contra la corrupción y la apuesta por la regeneración democrática constituyeron los ejes centrales del acuerdo entre ambas formaciones tras la repetición electoral de 2016[36]. La renovación en el liderazgo del partido, por último, no se produciría hasta después de la salida de Mariano Rajoy de la presidencia como resultado del éxito en la moción de censura presentada por el PSOE en 2018. Las primarias celebradas en julio de ese mismo año para elegir al nuevo líder de los populares enfrentarían como principales candidatos a Pablo Casado (1981), Soraya Sáenz de Santamaría (1971) y María Dolores de Cospedal (1965), secretaria general de la formación desde 2008, otorgando finalmente la victoria al más joven de los tres. Con ello, se completaba la sustitución de los líderes nacidos en el baby boom de los años 40 y 50 por aquellos nacidos durante el tardofranquismo y la Transición. Pedro Sánchez, nuevo presidente del Gobierno a sus 46 años, pasaba a ser el líder de más edad de entre aquellos de las cinco principales fuerzas políticas del país.

     

    El caso de Vox: renovación generacional a través del conflicto

     Creada en 2012,  la plataforma Reconversión constituyó un espacio en el que militantes y dirigentes del PP descontentos con el rumbo del partido –juzgado demasiado centrista– consolidaron sus vínculos y fueron dando forma a un proyecto político diferenciado. A lo largo de 2013, varios medios de comunicación se hicieron eco del coqueteo de Alejo Vidal-Quadras, vicepresidente del Parlamento Europeo entre 2004 y 2007 y máximo exponente de la iniciativa,  con la idea de transformar Reconversión en un partido político capaz de atraer al «ala dura» del PP de cara a las elecciones europeas de 2014[37].El nuevo partido, Vox, fue finalmente inscrito en el Registro de partidos del Ministerio del Interior el 17 de diciembre de ese mismo año y presentado públicamente un mes más tarde[38]

    Marcadamente situado a la derecha del tablero político en materia económica y social, no obstante, el partido recogía en su manifiesto fundacional un ambicioso programa de regeneración política. Entre sus propuestas estrella destacaba una nueva Ley Electoral, que acabase con la representación proporcional y diese paso a una representación directa en la que todos los votos valiesen lo mismo; una nueva Ley de Partidos, que profundizase en la democratización y transparencia de los mismos; el fin de las subvenciones públicas «a partidos, sindicatos y organizaciones empresariales», y una «Ley de Transparencia y Buen Gobierno» que estableciese «plenas garantías de control de la administración de los recursos públicos». Vox aseguraba, además, que sus candidatos y cargos serían elegidos por los afiliados a través de primarias, que se financiaría gracias a las cuotas de los afiliados, que sus cuentas se publicarían anualmente y que se comprometía a estudiar cualquier iniciativa ciudadana que le fuera trasladada, sirviéndose de la tecnología para promover «mecanismos de participación avanzados»[39]

    En marzo de 2014 cerca de mil afiliados elegían a Vidal-Quadras como cabeza de lista al Parlamento Europeo. A lo largo de la campaña, éste insistiría por activa y por pasiva en su voluntad de integrar el Partido Popular Europeo (PPE) como «garantía para todos los ciudadanos españoles de centro-derecha que quieren sentirse auténticamente representados en Europa»[40]. Sin duda, el europeísmo de corte liberal-conservador encarnado por la «vieja guardia» del partido –Vidal-Quadras, González Quirós o Ignacio Camuñas– se impuso a las reivindicaciones soberanistas e identitarias que por entonces pudieran albergar Santiago Abascal, exponente de la línea más dura del PP vasco,  y otros miembros más jóvenes de la formación. El líder del «primer Vox» se sirvió además del capital relacional acumulado a lo largo de sus quince años como europarlamentario para reforzar su campaña, invitando para ello a diversos eurodiputados del ala conservadora del PPE, provenientes en su mayoría de países periféricos de la Unión cuyos partidos mantenían una relación distante con el Partido Popular de Rajoy.

    Finalmente, con 246.833 votos (un 1.57%) Vidal-Quadras no alcanzó su escaño en Estrasburgo. Este fracaso marcó el inicio de las luchas internas en el partido y dejó, en palabras de Santiago Abascal, un Comité Ejecutivo poco cohesionado «que no hacía un análisis compartido de la situación»[41]. El propio Vidal-Quadras abandonó la presidencia de la formación el 5 de junio defendiendo la necesidad de que «un equipo renovado e integrador tomase el relevo». Bajo la presidencia provisional de González Quirós, persona cercana a Vidal-Quadras, la tensión en el seno de la formación alcanzó su máxima expresión en el verano de 2014. Mientras en agosto Vidal-Quadras sondeaba la posibilidad de unirse a una hipotética coalición entre Ciudadanos y UPyD y Abascal, como resultado, le mostraba la puerta de salida, miembros del Comité Ejecutivo, particularmente González Quirós, solicitaban la dimisión de Cristina Seguí tras ofrecer ésta una entrevista a Interviú en la que, además de cuestiones políticas, se trataban otras de naturaleza íntima[42].

    Pero este cruce de acusaciones no constituía más que «la espuma de la Historia» de la que hablaba Braudel. Lo que subyacía en el fondo era una pugna entre dos proyectos políticos contrapuestos. Por un lado, el de un grupo de personas de dilatada experiencia, como Vidal-Quadras (1945), González Quirós (1947), Ignacio Camuñas (1940) o María Jesús Prieto Laffargue (1945), que, en palabras de Abascal, «todo lo controlaban, temerosos de cualquier cosa que pudiéramos decir o hacer; cualquier astracanada, como decían ellos» y que, en realidad, querían hacer de Vox «el partido liberal-conservador que había dejado de ser el PP», es decir, un «PP auténtico». «No se nos permitía defender nada que no se hubiera defendido en tiempos de Aznar [recordaría el político vasco años después]. Todo eso nos constreñía, sobre todo a los más jóvenes, que chocábamos con esa manera de hacer política» (Altozano y Llorente 2018 : 31-32). El grupo de «los más jóvenes» apostaba, en cambio, por superar el aznarismo liberal-conservador de comienzos de siglo y por hacer de Vox un proyecto político diferenciado.

    La «nueva generación» apostaba, además, por la estrategia de llamar la atención con el fin de ocupar mayor espacio mediático, como había hecho Cristina Seguí (1978) en Interviú, y poder llegar así a un mayor número de personas. Apostaba también por utilizar las redes sociales de manera intensiva para difundir su ideario y por desafiar el bautizado como «consenso progre» mediante discursos políticamente incorrectos con los que marcar la agenda política y hacerse un hueco en el debate público. La «vieja guardia», por su parte, trataba de evitar cualquier salida de tono que permitiese vincular al partido con la extrema derecha europea. En este sentido, años después de su salida de la formación, Vidal-Quadras aseguró que una de las razones que motivaron su marcha fue que Vox «eligió como espacio ideológico el de la llamada derecha alternativa europea. El camino de Le Pen, Wilders o Alternativa para Alemania»[43]. El primer líder del partido ha insistido repetidamente en esta cuestión: «El problema de VOX es su antieuropeísmo y su acercamiento a partidos como el FN francés y el AfD alemán. Ese es un camino que yo no comparto en absoluto»[44]. Entre los afines a Abascal, sin embargo, hubo voces que acusaron a Vidal-Quadras de no creer en el proyecto de Vox y de haber utilizado la formación, consciente de que no sería incluido en las listas del PP, como medio para tratar de mantener su escaño en el Parlamento Europeo (González Cuevas 2019 : 117). 

    El partido se dividió así entre dos liderazgos representativos de dos proyectos de país divergentes, fruto, en buena medida, de experiencias vitales muy dispares. Por un lado, la de la generación de los nacidos en la posguerra que, manteniéndose en la derecha del tablero político, habían dejado atrás el franquismo sustituyendo el nacionalismo español exaltado por una progresiva asimilación del ideal europeo. Con una dilatada experiencia política generalmente vinculada al PP, para sus representantes el proyecto europeo era irrenunciable y el soberanismo y el identitarismo en auge en Occidente tras la crisis económica era visto como una amenaza para éste, así como para el libre mercado y para la «sociedad abierta» descrita por Karl Popper[45]. Por otro, la de la generación de los nacidos durante el tardofranquismo y la Transición, que no conocieron la dictadura y que encontraron en el PP de Aznar en los años noventa su principal referente político. En su juventud, estos habrían vivido las consecuencias negativas de la globalización, empezando por la crisis de 2008, y apostaban como fruto de ello por un repliegue del Estado-nación como vía para conjurar sus potenciales amenazas. Reclamaban más soberanía nacional frente al proceso de integración europea, frenos drásticos a la inmigración y el renacer de un nacionalismo español sin complejos. 

    Esta opción, encarnada por Abascal, quedó plasmada en su candidatura para competir por la secretaría general del partido: Re-Generación V. Como refleja su nombre, la candidatura buscó conjugar el presentar a una nueva generación de líderes políticos con la regeneración de la propia formación, postulándose de este modo como garante de la higiene democrática del partido y de su futuro despegue electoral[46]. «Se está produciendo un cambio generacional coincidente con el que se está observando en muchas instituciones españolas», apuntaba en este sentido Iván Espinosa de los Monteros (1971), mano derecha de Abascal y candidato a la vicepresidencia del partido[47]

    Re-Generación V contó, sin embargo, con representantes de las tres generaciones descritas a lo largo de este trabajo. Representantes de aquella nacida en los años 40 y 50, como la economista Mazaly Aguilar (1949) o el almirante José María Treviño (1948), de la llamada generación intermedia correspondiente a los nacidos en los 60, como el escribiente histórico Fernando Paz (1966) o Javier Galúe (1965), pero, sobre todo, con miembros de la nueva generación, destacando en primera línea Abascal (1976), Espinosa de los Monteros (1971), María Jesús González Fueyo (1971), Laura Rodríguez Soler (1972), Víctor Sánchez del Real (1970) o Víctor González (1975)[48]

    En el programa de la candidatura encontramos ya las bases de la posterior deriva en clave soberanista e identitaria del partido, sobre todo en los epígrafes «Defensa de las raíces cristianas de nuestra civilización» y «Defensa de la unidad de España». En el primero, se definía España como un «proceso histórico vinculado al cristianismo», lo que revelaba una concepción estrecha de la identidad española que no contemplaba las aportaciones de otras culturas o religiones en su proceso de construcción nacional. Con respecto a la unidad del país, se afirmaba de manera rotunda el «rechazo del mito multicultural», entendido como la posibilidad de que diferentes culturas pudiesen convivir pacíficamente en un mismo territorio. Modelo que, según el propio Abascal, habría fracasado ya en todos los países en los que se había ensayado. Como último punto del programa, se mencionaba la «apuesta por una inmigración ordenada y basada en los intereses de España», cuestión que sería intensamente explotada por la nueva dirección hasta convertirse en uno de los principales caballos de batalla del partido[49]. Santiago Abascal fue oficialmente designado como presidente de Vox el 20 de septiembre de 2014. Apenas cinco meses después, Vidal-Quadras y González Quirós abandonaban la formación[50]

     

    Conclusiones 

    Entre las elecciones generales de 2011 y la configuración de la nueva Ejecutiva del Partido Popular por parte de Pablo Casado a mediados de 2018, España pasó de tener una de las clases políticas más avejentadas de Europa a una de las más jóvenes. A lo largo de estos siete años y con especial intensidad en el ciclo político de 2014-2015, la generación de políticos nacidos en los años 40 y 50 que lideraba el país desde 1982 fue siendo progresivamente sustituida por aquella de los nacidos durante el tardofranquismo y la Transición (1970-1982). Pablo Iglesias (1978) y Albert Rivera (1979) se presentaron como vanguardia de esta renovación generacional, pero los partidos tradicionales no tardaron en renovar sus liderazgos. Así, Pedro Sánchez (1972) sustituía a Rubalcaba (1951) al frente del PSOE y Alberto Garzón (1985) a Cayo Lara (1952) como candidato de Izquierda Unida. Esta renovación de liderazgos fue acompañada también por una renovación de cuadros, apreciable en la multiplicación de rostros jóvenes en las directivas de los distintos partidos. Incluso el Partido Popular en el Gobierno buscó transmitir una imagen más juvenil tras el declive electoral de 2015, posicionando en puestos de gran visibilidad mediática a figuras que no superaban la cuarentena. 

    Pero esta renovación generacional, vinculada en la mayoría de los casos a nuevas formas de hacer política en línea con las demandas sociales de regeneración, no se entiende sin atender al papel jugado por las nuevas generaciones en el proceso. Con un paro juvenil que llegó a alcanzar el 56% a comienzos de 2013 y cientos de miles de jóvenes abandonando el país en busca de nuevos horizontes de expectativa laboral, la desafección política de los nacidos durante los Gobiernos de Felipe González (1982-1996) con respecto a los partidos tradicionales se disparó desde enero de 2012 alcanzando su punto álgido en enero de 2014, coincidiendo con la creación de Podemos. La crisis contribuyó, sin embargo, a despertar políticamente a una generación hasta entonces conformista y parcialmente dormida, que apostó mayoritariamente por Zapatero en 2008 y luego se volvió, aunque en menor medida, hacia el PP de Rajoy en 2011. En un primer momento, ésta se hizo sentir en la calle, engrosando las filas del Movimiento de los indignados y participando en formas de política no partidista. Pero fue, sobre todo, su apoyo mayoritario a las formaciones emergentes –Podemos y Ciudadanos– en las elecciones de 2015 y 2016 lo que puso en jaque el modelo bipartidista imperante desde 1982 y situó en primer plano la exigencia de regeneración democrática y de renovación generacional.

     

     

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    Notas

     

    [1] Esta investigación se ha realizado en el marco del proyecto PGC2018-094133-B-100 (MCIU/AEI/FEDER, UE).

    [2] Alejandro Zajac, «El cambio del voto joven en España», BBC Mundo, 14/11/2011.

    [3] Como señalaba Sirinelli en 1989, la categoría de generación política, lejos de deber ser descartada, continuaría siendo fecunda «para la investigación y el análisis de las líneas de división en el seno de las diferentes estructuras de lo político. Es el caso, entre otros, del estudio de esos actores colectivos que son los partidos«. La aproximación en clave generacional al análisis de la evolución de las diferentes estructuras de lo político ha experimentado un auge en las últimas décadas, particularmente en lo relativo al estudio de la herencia y la transmisión de culturas políticas en el seno de las mismas. Destaca, en este sentido, el dosier de la revista Politix coordinado por Marie Cartier y Alexis Spire en el que se abordan, entre otras cuestiones, el cambio generacional en las organizaciones francesas en defensa de los jubilados o en el Sindicato de abogados de Francia. Destaca también la obra central Hériter en politique: Filiations, générations et transmissions politiques (Allemagne, France et Italie, XIX-XIX siècle), dirigida por Ludivine Bantigny y Arnaud Baubérot, en la que se analiza la transmisión política en ámbitos y espacios variados. Por último, en Temps et politique: Les récompositions de l'identité, obra dirigida por la socióloga Anne Muxell, se indaga en los efectos que la herencia recibida genera en la toma de posiciones políticas a lo largo de la vida. ¿Qué nos muestran estos trabajos? Ante todo, que la aproximación generacional en política, si quiere ser útil, debe alejarse de aspiraciones globalizadoras y centrarse en casos concretos en los que los individuos se distingan del conjunto de la población por su adhesión a organizaciones políticas o profesionales. Como explica Vincent Tiberj, los individuos así actuantes generalmente poseen un grado de politización superior a la media, lo que hace que los acontecimientos políticos marcantes de su generación no les pasen desapercibidos y que desarrollen una fuerte identificación con respecto a aquellos que comparten su visión de los mismos

    [4] Datos recogidos por la Encuesta de Población Activa (EPA) y el Instituto Nacional de Estadística (INE).

    [5] Democracia Real Ya: Manifiesto, marzo de 2011. 

    http://www.arteslibres.net/15M-DRY/boletines_cronicas/boletines/PDF/3otromundo.pdf (Consultado: 10/11/2021)

    [6] Observatorio de la Juventud en España: Jóvenes, participación y cultura política, 2017, p. 10.

    [7]http://manifiestojuventud.blogspot.com/2011/02/del-68-en-espana.html (Consultado 11/11/2021)

    [8] «La crisis que la pague Zapatero», El País, 30/03/2011. 

    [9] Patricia Morales, «Miles de "Jóvenes sin futuro" se manifiestan en Madrid», ABC, 7/4/2011.

    [10] Sobre las propuestas de regeneración política de Ciudadanos, véase el debate entre Albert Rivera y Pablo Iglesias en la precampaña de las elecciones de 2015 organizado en la Universidad Carlos III. https://www.youtube.com/watch?v=C-MgKumHDPg&t=582s (Consultado 11/11/2021) Véase también el programa de la formación para las elecciones generales de 2015, El nuevo proyecto común para España. La «regeneración democrática e institucional» aparece como primer punto del mismo (pp. 3-21)

    [11] Véase el manifiesto fundacional de Podemos, Mover ficha: convertir la indignación en cambio político.  http://tratarde.org/wp-content/uploads/2014/01/Manifiesto-Mover-Ficha-enero-de-2014.pdf (Consultado 12/11/2021)

    [12] Significativas en este sentido las lágrimas de Pablo Iglesias al aparecer el ex secretario general de Izquierda Unida en un acto de Podemos en 2016. https://www.youtube.com/watch?v=LmQ_3WODKOU&t=188s (Consultado 12/11/2021)

    [13] Datos del Ministerio del Interior, 21/12/2015. http://elecciones.mir.es/resultadosgenerales2015/congreso/#/ES201512-CON-ES/ES (Consultado 14/11/2021)

    [14] Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS): Barómetro de octubre de 2015.

    [15] Álvaro de Cózar, «El apoyo de los jóvenes a los partidos clásicos cae en picado», El País, 6/04/2015. 

    [16] Luis R. Aizpeolea, «El apoyo de Chacón a las primarias desata el debate de la sucesión», El País, 24/02/2011; «Beatriz Talegón, Moratinos y Odón Elorza reclaman primarias abiertas a finales de año», EFE, 2/09/2013; «Una joven militante del PSOE le pide "primarias ya" a Rubalcaba», EFE, 13/10/2013.

    [17] Para reproducir el debate https://www.youtube.com/watch?v=uOwZHE7Vy1g&t=4464s (Consultado 14/11/2021)

    [18] Ibíd.  

    [19] Una vez más, las demandas de las juventudes del partido contribuyeron a acelerar dicha renovación. Véase María Alejandra Torres, «Las Juventudes Socialistas piden a Sánchez renovación y caras jóvenes», El País, 22/07/2014.

    [20] Anabel Díez, «El voto de los jóvenes augura una recuperación electoral de la izquierda», El País, 4/05/2014. 

    [21] «Perfil del votante de Podemos», El País, 2/06/2014.  Véase: https://elpais.com/elpais/2014/05/31/media/1401571468_769193.html?rel=mas (Consultado 16/11/2021)

    [22] Francesco Manetto y Fernando Garea, «El eurodiputado Willy Meyer dimite por tener un fondo de pensiones en una sicav», El País, 25/06/2021. SICAV: Sociedad de inversión de capital variable.

    [23] Daniel Caballero, «Tarjetas black: cronología del escándalo que sacudió Caja Madrid», ABC, 27/09/2016. 

    [24] Marisa Cruz,  «Podemos, primera fuerza», El Mundo, 24/11/2014. 

    [25] «IU impulsa a Alberto Garzón y da entrada en su dirección a caras nuevas para hacer frente a las exigencias de renovación», Europa Press, 27/06/2014; Francesco Manetto, «La calle no entendería que IU y Podemos no se unieran», El País, 24/11/2014.

    [26] Jairo Vargas, «Lara deja paso a Garzón y no será candidato en las primarias de IU para las generales», Público, 16/11/2014. Finalmente éstas no se llegarían a celebrar ya que Alberto Garzón fue el único aspirante en reunir los avales requeridos. 

    [27] Juanma Romero, «Cayo Lara: "Nunca seré un tapón para el cambio en Izquierda Unida"», InfoLibre, 3/11/2014.

    [28] Álvaro de Cózar, «El apoyo de los jóvenes a los partidos clásicos cae en picado», El País, 6/04/2015.

    [29] CIS: Barómetro de enero de 2015.

    [30] Marisol Hernández, «NNGG avisa al PP de que "ha desconectado" de los jóvenes y le pide más "regeneración"», El Mundo, 16/06/2015.

    [31] T. Díaz, «Los jóvenes del PP piden primarias», ABC, 21/06/2015. 

    [32] «Así queda la cúpula del PP. Los que entran, los que siguen y los que salen», El País, 19/06/2015. En esta línea, también es necesario destacar la incorporación de caras jóvenes al segundo Gobierno de Rajoy (2016-2018). Íñigo de la Serna (1971) en Fomento, Isabel García Tejerina (1968) en Medio Ambiente, Álvaro María Nadal (1970) en Turismo y Dolors Montserrat (1973) en Sanidad constituyen los mejores exponentes de esta renovación parcial.

    [33] Marisol Hernández, «El PP mide su renovación», El Mundo, 9/07/2015.

    [34] Programa Conferencia Política: X el Futuro de España, 10-11/07/2015. https://www.pp.es/buscador?c=29214&content=documentos (Consultado 16/11/2021)

    [35] G. Ginés, «La regeneración, según el Partido Popular», ABC,  14/07/2014.

    [36] Natalia Junquera y Juan José Mateo, «La corrupción del PP dificulta la negociación entre Rajoy y Rivera», El País, 26/01/2016. Véase el texto final del acuerdo entre ambas formaciones: 150 compromisos para mejorar España. 

    https://www.pp.es/sites/default/files/documentos/16.08.28_150_compromisos_para_mejorar_espana.pdf (Consultado 16/11/2021)

    [37] «Vidal-Quadras estudia presentarse a las europeas con un nuevo partido», El Periódico, 25/03/2013; Yolanda González, «Críticos del PP dejan la puerta abierta a la creación de un nuevo partido», InfoLibre, 17/10/2013.

    [38] Carmen Remírez de Ganuza, «Nace Vox pidiendo la eliminación de los parlamentos regionales», El Mundo, 17/012014.

    [39] Manifiesto fundacional de Vox, 16/01/2014. https://www.voxespana.es/biblioteca/espana/nosotros/gal_a45b90181103095110.pdf (Consultado 17/11/2021) 

    [40] «Vidal-Quadras confirma que Vox se integrará en el Grupo Popular Europeo», Diario Crítico, 21/02/2014.

    [41] «Debate entre candidatos de VOX», Vox España, 13/07/2014.  https://www.youtube.com/watch?v=1BsOHtxSInQ  (Consultado 17/11/2021)

    [42] Fernando Lázaro, «Abascal pide a Vidal-Quadras que abandone Vox», El Mundo, 29/08/2014; «Cristina Seguí, "la musa de la derecha radical" según Interviú», Libertad Digital, 18/08/2014. 

    [43] Suren Gasparyan, «La confesión de un fundador de Vox que pone en evidencia a Cs y PP», El Plural, 8/11/2018. 

    [44]  https://twitter.com/vidalquadras/status/929804220697600000 (Consultado 17/11/2021)

    [45] Véase, en este sentido, Alejo Vidal-Quadras, Ahora, cambio de rumbo: Agenda urgente para recomponer España, Barcelona, Plantea, 2012.

    [46]Re-GeneraciónV: La candidatura: Proyecto de partido, 11/09/2014.

    https://regeneracionv.wordpress.com/category/proyecto-politico/ (Consultado 17/11/2021)

    [47] Ángela Sepúlveda, «Tres claves para comprender la revolución interna de VOX», El Confidencial, 8/09/2014.

    [48] Re-GeneraciónV: Candidatos, 11/09/2014. https://regeneracionv.wordpress.com/category/candidatos/ (Consultado 17/11/2021)

    [49] Re-GeneraciónV: Soluciones. Un proyecto para España, 11/09/2014.

     https://regeneracionv.wordpress.com/2014/09/11/soluciones-posicionamiento-general/ (Consultado 17/11/2021)

    [50] María Jesús Cañizares, «Vidal-Quadras abandona la militancia de Vox», ABC, 19/02/2015.